Obesidad infantil: una problemática que puede prevenirse.
- María Eugenia Mauvecin
- 25 jun 2020
- 3 Min. de lectura

El aumento de peso se da básicamente por un desequilibrio entre la ingesta calórica y el gasto de energía. Pero son muchas las causas que influyen en su desarrollo, no es simplemente el comer de más y moverse menos, sino que hay que mirar un poco más allá…
La realidad es que hubo un cambio a nivel mundial en relación al patrón alimentario: un aumento en el consumo de alimentos hipercalóricos, ricos en azúcares y grasas (poco saludables). Y por otro lado, ha disminuido la actividad física como consecuencia de cambios en el estilo de vida: creciente urbanización, cambios en los modos de transporte, y actividades recreativas cada vez más sedentarias.
La OMS reconoce que la prevalencia creciente de la obesidad infantil se debe a cambios sociales, además de los cambios mencionados anteriormente.
“La obesidad infantil no está relacionada únicamente con el comportamiento del niño, sino también, cada vez más con el desarrollo social y económico y las políticas en materia de agricultura, transportes, planificación urbana, medio ambiente, educación y procesamiento, distribución y comercialización de los alimentos.
El problema es social y por consiguiente requiere un enfoque poblacional, multisectorial, multidisciplinar y adaptado a las circunstancias culturales” .(OMS)
Al contrario de lo que sucede con los adultos, los niños y adolescentes no pueden elegir el entorno en el que viven y a veces tampoco los alimentos que consumen; además posiblemente no sean capaces de comprender las consecuencias a largo plazo que conlleva una alimentación poco saludable y una vida sedentaria.
Complicaciones en la salud a corto y largo plazo.
A corto plazo
Las complicaciones que más prevalecen en la obesidad grave se presentan en el ámbito psicológico, como baja autoestima, dificultades de socialización, bajo rendimiento escolar.

Y a nivel físico se puede presentar dislipidemias (hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia), alteraciones ortopédicas, hepáticas (esteatosis, esteatohepatitis), tensión arterial elevada, así como el riesgo cada vez mayor de desarrollar intolerancia a la glucosa.
A largo plazo
Los niños con obesidad tienen más probabilidades de ser también adultos con obesidad y desarrollar algunos problemas de salud en la edad adulta como:
cardiopatías
resistencia a la insulina/diabetes
trastornos osteomusculares
algunos tipos de cáncer
discapacidad.
Entonces, ¿qué podemos hacer para prevenir la OB?
Como profesionales de la salud, es nuestro deber brindar información a las familias en relación a la alimentación y la importancia que esta tiene en el desarrollo y crecimiento de los niñxs, y los efectos sobre su salud.
La base de la PREVENCIÓN está en la DIVULGACIÓN DE INFORMACIÓN y en la EDUCACIÓN.
La OMS menciona otras herramientas o propuestas que son fundamentales...
Además de trabajar junto con las familias en la prevención, es importante tener en cuenta las políticas, los entornos, las escuelas y las comunidades que pueden intervenir y/o condicionar las decisiones de los padres y los niños; son capaces de hacer que los alimentos más saludables y la actividad física regular sean la opción más sencilla (accesible, disponible y asequible) ayudando a prevenir la OB.
Otra variable importante es la industria alimentaria, que desempeña un papel fundamental para reducir y prevenir la OB infantil. Entre sus intervenciones se pueden mencionar:
reducir el contenido de grasa, azúcar y sal en los alimentos procesados para lactantes y niños pequeños;
asegurar la disponibilidad de opciones saludables y nutritivas que sean asequibles para todos los consumidores;
realizar una promoción responsable dirigida a los padres de los lactantes y los niños.
Para las familias: ¿de qué forma podemos actuar para prevenir la OB infantil?
En primera lugar, tener presentes cuáles son los factores de riesgo e intentar controlarlos o reducirlos.
En el caso de los lactantes y los niños pequeños, se recomienda: lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses de vida y la introducción de alimentos (sólidos) complementarios nutricionalmente adecuados e inocuos a los 6 meses, manteniendo al mismo tiempo la lactancia materna hasta los 2 años o más.
Los alimentos que se incorporen deben deben ser variados y de calidad nutricional, que aporten los nutrientes necesarios para ese bebé en crecimiento (muy importante el hierro), evitando aquellos ricos en grasas, azúcares y sal.

En niños en edad escolar y los adolescentes se debe promover el consumo de frutas y verduras, así como de legumbres, cereales integrales y frutos secos, limitar la ingesta de productos ricos en grasas y azúcares y realizar actividad física con regularidad.
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